Eran las tres de la mañana de un martes, el profesor, encerrado en su laboratorio contemplaba con ojos maravillados la magnificencia de su descubrimiento.
No era un descubrimiento como cualquier otro, ya trascendía las barreras de la ciencia y el inconsciente. Era inimaginable su poder, y lo peor de todo es que nadie se lo podría haber propuesto mejor, había encontrado la relación entre las partículas cuánticas, que componen todo lo conocido en el universo conocido, con el amor, esa creencia humana milenaria, completamente inexplicable, inentendible, y por sobre todas las cosas incontrolable.
Al profesor le había resultado peculiar la similitud que aparecía entre el apareamiento de dos partículas, que sin importar la distancia, lograban comunicarse entre sí, como dos humanos, como dos enamorados, como una madre y su hijo que se sienten, no importa el lugar, se sienten y se tocan sin importar que los separe. Había millones de estas pequeñas partículas que se conocían en un acto amoroso. Ahora todo cobraba sentido, como tanto hombres como mujeres lograban hechos tan descomunales y sorprendentes a causa del amor, de dónde salía su fuerza, su poder, su impredecibilidad.
Todo cobraba sentido para el profesor, excepto él. Había logrado descifrar un secreto milenario y se encontraba ahí, solo, en su laboratorio oscuro, contemplando algo que no tenía. Dicen que no siempre fue así, que una vez se enamoró, que luego las lágrimas le salieron a toneles, que luego evocó al odio y al poder. Ahora estaba ahí, viendo al mundo, como sin estar en él.
Los cinco minutos que siguieron al acontecimiento solo el profesor los supo. El ayudante que ingreso al laboratorio por la madrugada encontró todo hecho trizas. Papeles rotos o percutidos por sustancias corrosivas, todo revuelto y tirado, una mancha roja, un revolver aferrado a una mano que todavía olía a pólvora y un cráneo, el de que científico, atravesado por un agujero del que aun brotaba sangre maloliente. Entre el desorden, sobre una pizarra que colgaba en la pared se llegaba a leer:
“Cuanto ya todo lo que exista tenga sentido, ya nada lo tendrá. Amen”